jueves, 8 de abril de 2010

bloque de diputados

Primer aniversario de la muerte del ex presidente Raúl Alfonsín



Opinión



NOS ENSEÑÓ A DARLE CONTENIDO A LA VIDA

Por Ricardo Alfonsín



El aniversario de la partida de Raúl Alfonsín encuentra a la Nación en un confuso paisaje institucional.

En situaciones parecidas, Alfonsín alertaba que no debía caerse en la generalización de señalar las virtudes de la democracia asimilando el concepto sólo al funcionamiento de las instituciones republicanas.

Por cierto que la república, decía, contiene valores de indudable fortaleza, en especial la tutela de la vida y de la libertad de las personas, pero no se agota dentro de esos límites. La noción de república democrática se acomoda mejor a nuestro pensamiento, porque la carencia de un modelo de desarrollo y crecimiento económico que propicie la igualdad provoca una democracia inconclusa, incompleta.

Los argentinos debemos saldar una inmensa deuda social con grandes sectores de la población sumidos en una pobreza exasperante, excluidos hasta del alimento básico y del vestido, y otros sin ingresos suficientes para acceder a la educación y a la salud. Los planes sociales de ayuda asistencial vigentes apenas cubren las necesidades elementales, pero no son aptas para sostenerse en el tiempo como única herramienta política para cambiar la decadencia y la desigualdad.

Señalaba Franklin Delano Roosevelt, el arquitecto del Estado de Bienestar, en 1935: "Las lecciones de la historia confirmadas por la evidencia inmediata muestran claramente que una dependencia constante de las subvenciones sociales induce a una desintegración espiritual y moral que es fundamentalmente destructora de la fibra nacional. Otorgar (sólo) subvenciones sociales... es administrar un narcótico, un destructor sutil del espíritu humano".

Su continuador, quien condujera los tiempos de grandeza de los años 60, marcó también con nitidez la frontera entre la asistencia ?necesaria desde luego en épocas de crisis? y el desarrollo como política permanente. John Fitzgerald Kennedy en un debate por su candidatura presidencial agitó un deforme paquete alimenticio de la Ayuda Federal, y citó casos auténticos de miseria que había tenido ocasión de presenciar y lamentar, sosteniendo que la simple asistencia no bastaba.

En las ciencias políticas y también en nuestra tarea política diaria, se da un permanente debate acerca de programas y de ideologías; esto es, ¿se puede avanzar con éxito hacia el progreso sólo con un programa desprovisto de ideología, o sólo con ésta es suficiente? Creo firmemente que ambos conceptos se complementan.

La ideología, a quienes militamos dentro del espacio de la centro izquierda, nos induce a luchar contra la pobreza, con la pretensión de que nuestro accionar determine que cada vez existan menos pobres.

No simplemente ocultar la indigencia y la mendicidad de la vista de los sectores incluidos, sino terminar con esas lacras sociales. Crear riqueza claro que sí, pero no una riqueza desigual.

Diseñar un programa de desarrollo inclusivo en el cual toda la población, sin exclusiones, reciba sus beneficios y soporte los costos del crecimiento.

Por lo tanto, sin perjuicio de proseguir la lucha de nuestras banderas ideológicas, la tarea es ahora añadirle un programa nacional, en el cual, en su elaboración y aplicación, ningún sector "tiene que vencer ni ser vencido". Nuestro camino es actuar en función de esos valores que enseñaba Raúl Alfonsín, enarbolando los mismos principios y convicciones. De él aprendimos que a la vida hay que darle un sentido correcto, y nada le da más sentido que trabajar para mejorar la condición humana.

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